sábado, 13 de agosto de 2011

cincuenta

Supe del desafío de los cincuenta libros hace ya cerca de siete años por medio del blog de pjorge y mi bipolaridad crónica se encargó de que la idea me pareciera estúpida y genial a partes iguales (aunque eso sea lo que pasa siempre con las grandes ideas). Es estúpida en cuanto a obligarse a leer con el único objetivo de llegar a una cifra autoimpuesta cuando en realidad uno debería leer porque quiere; es genial como motivación si eres una persona que, por los motivos que sean, lee menos de lo que le gustaría (o sea, si eres una persona normal). Pero en cualquier caso, el motivo principal es que, afrontémoslo, las listas y las clasificaciones siempre molan mucho.

El mayor objetivo de esta entrada es obligarme a mí mismo a publicar próximamente mi lista de lecturas de este año, a ser posible brevemente comentadas, cosa que de otro modo procrastinaría indefinidamente, para variar. Por su parte, si este año sí que llevo camino de llegar a los cincuenta libros (ahora mismo voy por la trigésima lectura del año, bendito exceso de tiempo libre) se debe sin duda a haber estrenado el 17 de enero el maravilloso regalo de cumpleaños de mi hermana, un Kindle que no ha pasado prácticamente un solo día sin encenderse desde entonces. Por esa razón, al no disponer físicamente de los libros que leía, decidí llevar una lista detallada de las lecturas a modo de estante de ya leídos que poder consultar más adelante si me apetece. Y, gracias a lo, ejem, accesible de la literatura digital, en esa lista hay un poco de todo: libros que quería leer desde siempre, libros de esos que dicen que todo el mundo debe leer, libros que he leído por obligación, libros que decidí leer pese a mis probablemente injustificados prejuicios contra ellos.

Echando un vistazo rápido, entre los títulos que más he disfrutado este año están 1984 de Orwell, Diario, una novela de Palahniuk, Misery de Stephen King, Yo, Robot de Asimov, Harry Potter y el prisionero de Azkaban de J. K. Rowling, De qué hablo cuando hablo de correr de Murakami y Todo va a cambiar de Enrique Dans. Por su parte, entre las decepciones, frustraciones y atragantamientos, hay cosas como Diez negritos de Agatha Christie (primera vez que leo algo suyo y caigo víctima del hype), Yo y tú, objetos de lujo de Vicente Verdú (insufrible lectura obligatoria para un trabajo de clase) y American psycho de Bret Easton Ellis (¿puede tardar menos en llegar a pasar algo? ¿puede no dedicar un capítulo entero a la discografía de Genesis? ¿estamos locos o qué?).

Ahora tengo pendientes algunas lecturas en formato analógico, como Todo está iluminado de Jonathan Safran Foer (que me prestó ezquerro antes de largarse al lejano oeste), El cine según Hitchcock de Truffaut (que tengo pendiente desde que me planteé hacer un trabajo sobre la adaptación cinematográfica de Fahrenheit 451), El psicoanalista de John Katzenbach (que sólo compré porque quería tener un libro en un formato curioso como el librino) y Moonfire de Norman Mailer (en su espectacular edición de Taschen). Pero éstos para cuando ponga la lista definitiva por aquí. De momento voy a dejar de escribir sobre lo que leo, y a seguir leyendo, que ahora mismo tampoco apetece otra cosa.

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